jueves, 8 de abril de 2010

A la caza de sonrisas

La princesa de las hadas estaba enferma, y aunque los médicos no descubrieron el problema, dos pequeños dragones descubrieron que lo que la había puesto enferma es que ya nunca veía sonrisas. Así que empezaron a buscarlas por toda la tierra, pero no las encontraron, y viajaron volando por todos los planetas y estrellas en busca de sonrisas. Y viajaron tanto y tanto sin encontrar ninguna, que uno de ellos decidió dar la vuelta para estar con la princesa cuando muriese. Pero el otro decidió seguir, y justo en el siguiente planeta al que se dirigió, uno pequeño y oscuro que ni se veía, encontró que todas las sonrisas del mundo estaban allí reunidas haciendo una fiesta. El dragón les contó lo que pasaba, y sin dudarlo millones de sonrisas le acompañaron en su viaje de vuelta, y en cuanto la princesa de las hadas vio tantísimas sonrisas, recuperó su alegría y su salud.

Y el primer dragón, aquel que se había dado la vuelta, se alegró enormemente de haber tenido un amigo más perseverante y paciente que él mismo.

idea y enseñanza principal

Ambientación

Personajes

Mostrar mediante una búsqueda por el espacio que a veces nos rendimos justo cuando estamos a punto de conseguir nuestro objetivo por falta de perseverancia

Los planetas del espacio

Un hada y dos dragones

La deliciosa música del arpa

Un rey adoraba tanto la música que buscó por todo el mundo el mejor instrumento que hubiera, hasta que un mago le entregó un arpa. La llevó a palacio, pero cuando tocó el músico real, estaba desafinada; muchos otros músicos probaron y coincidieron en que no servía para nada y había sido un engaño, así que se deshicieron del arpa tirándolo a la basura. Una niña muy pobre encontró el arpa, y aunque no sabía tocar, decidió intentarlo. Tocaba y tocaba durante todo el día, durante meses y años, siempre desafinando, pero haciéndolo mejor cada vez. Hasta que un día, de repente, el arpa comenzó a entonar las melodías más maravillosas, pues era un arpa mágica que sólo estaba dispuesta a tocar para quien de verdad pusiera interés y esfuerzo. El rey llegó a escuchar la música, y mandó llamar a la niña; cuando vio el arpa, se llenó de alegría, y en aquel momento nombró a la niña como su músico particular, llenando de riquezas a ella y a su familia.

Idea y enseñanza principal

Ambientación

Personajes

Lo que algunos muy preparados no consiguen por abandonar muy pronto, otros menos preparados pueden conseguirlo con tesón y esfuerzo

El palacio de un reino antiguo

El rey, una niña, un mago y un arpa

No me doy por vencido - Luis Fonsi

La isla de los inventos

La primera vez que Lucas oyó hablar de la Isla de los Inventos era todavía muy pequeño, pero las maravillas que oyó le sonaron tan increíbles que quedaron marcadas para siempre en su memoria. Así que desde que era un chaval, no dejó de buscar e investigar cualquier pista que pudiera llevarle a aquel fantástico lugar. Leyó cientos de libros de aventuras, de historia, de física y química e incluso música, y tomando un poco de aquí y de allá llegó a tener una idea bastante clara de la Isla de los Inventos: era un lugar secreto en que se reunían los grandes sabios del mundo para aprender e inventar juntos, y su acceso estaba totalmente restringido. Para poder pertenecer a aquel selecto club, era necesario haber realizado algún gran invento para la humanidad, y sólo entonces se podía recibir una invitación única y especial con instrucciones para llegar a la isla.

Lucas pasó sus años de juventud estudiando e inventando por igual. Cada nueva idea la convertía en un invento, y si algo no lo comprendía, buscaba quien le ayudara a comprenderlo. Pronto conoció otros jóvenes, brillantes inventores también, a los que contó los secretos y maravillas de la Isla de los Inventos. También ellos soñaban con recibir "la carta", como ellos llamaban a la invitación. Con el paso del tiempo, la decepción por no recibirla dio paso a una colaboración y ayuda todavía mayores, y sus interesantes inventos individuales pasaron a convertirse en increíbles máquinas y aparatos pensados entre todos. Reunidos en casa de Luca, que acabó por convertirse en un gran almacén de aparatos y máquinas, sus invenciones empezaron a ser conocidas por todo el mundo, alcanzando a mejorar todos los ámbitos de la vida; pero ni siquiera así recibieron la invitación para unirse al club.

No se desanimaron. Siguieron aprendiendo e inventando cada día, y para conseguir más y mejores ideas, acudían a los jóvenes de más talento, ampliando el grupo cada vez mayor de aspirantes a ingresar en la isla. Un día, mucho tiempo después, Luca, ya anciano, hablaba con un joven brillantísimo a quien había escrito para tratar de que se uniera a ellos. Le contó el gran secreto de la Isla de los Inventos, y de cómo estaba seguro de que algún día recibirían la carta. Pero entonces el joven inventor le interrumpió sorprendido:

- ¿Cómo? ¿Pero no es ésta la verdadera Isla de los Inventos? ¿No es su carta la auténtica invitación?

Y anciano como era, Lucas miró a su alrededor para darse cuenta de que su sueño se había hecho realidad en su propia casa, y de que no existía más ni mejor Isla de los Inventos que la que él mismo había creado con sus amigos. Y se sintió feliz al darse cuenta de que siempre había estado en la isla, y de que su vida de inventos y estudio había sido verdaderamente feliz.

Idea y enseñanza principal

Ambientación

Personajes

Hay que ponerse grandes objetivos, pues con esfuerzo y constancia, podemos llegar a conseguir aún más de lo que nos propongamos

Un casa cualquiera

Un joven y varios amigos inventores

El cantor de Ópera

A la pequeña ciudad de Chiquitrán llegó un día en tren llevando una gran maleta un tipo curioso. Se llamaba Matito, y tenía una pinta totalmente corriente; lo que le hacía especial es que todo lo que hablaba, lo hacía cantando ópera. Daba igual que se tratara de responder a un breve saludo como "buenos días"; él se aclaraba la voz y respondía:

- Bueeeeenos diiiiiiias tenga usteeeeeeeed.

Y la verdad, a casi todo el mundo se le hacía bastante pesadito el tal Matito. Nadie era capaz de sacarle una palabra normal, y como tampoco se sabía muy bien cómo se ganaba la vida y vivía bastante humildemente, utilizando siempre su mismo traje viejos de segunda mano, a menudo le trataban con desprecio, burlándose de sus cantares, llamándole "don nadie", "pobretón" y "gandul".

Pasaron algunos años, hasta que un día llegó un rumor que se extendió como un reguero de pólvora por toda la ciudad: Matito había conseguido un papel en una ópera importantísima de la capital, y todo se llenó con carteles anunciando el evento. Nadie dejó de ver y escuchar la obra, que fue un gran éxito, y al terminar, para sorpresa de todos en su ciudad, cuando fue entrevistado por los periodistas, Matito respondió a sus preguntas muy cortésmente, con una clara y estupenda voz.

Desde aquel día, Matito dejó de cantar a todas horas, y ya sólo lo hacía durante sus actuaciones y giras por el mundo. Algunos suponían por qué había cambiado, pero otros muchos aún no tenían ni idea y seguían pensando que estaba algo loco. No lo hubieran hecho de haber visto que lo único que guardaba en su gran maleta era una piedra con un mensaje tallado a mano que decía: "Practica, hijo, practica cada segundo, que nunca se sabe cuándo tendrás tu oportunidad", y de haber sabido que pudo actuar en aquella ópera sólo porque el director le oyó mientras compraba un vulgar periódico.

Idea y enseñanza principal

Ambientación

Personajes

El éxito es resultado del trabajo duro y del esfuerzo constante por seguir mejorando

Una ciudad pequeña

Un cantor

Camino al éxito... Nunca dejes de intentarlo

miércoles, 7 de abril de 2010

La constancia de una princesa

El día de bodas un príncipe normando entraba en la ciudad con su joven esposa. Los príncipes iban en una carroza espléndida tirada por ocho caballos blancos, mientras la ciudad de Benevento, agolpada a lo largo de la avenida, aplaudía a los esposos.

Pero, a un cierto punto, la escena cambió: el cortejo había llegado a la gran plaza, frente al castillo, y allí había un palco con una horca para ajusticiar a un malhechor. Aquel condenado ya había sido obligado a meter la cabeza en el lazo.

La princesa, dándose cuenta de lo que sucedía, rompió en lágrimas. Entonces, el príncipe hizo parar al cortejo e hizo señales al verdugo para que esperara. Se dirigió a los magistrados que estaban al pie del palco, y dijo:

— Señores, la princesa mi esposa, como señal de homenaje en el día en que llegó entre nosotros, pide que se haga gracia a este hombre.

— Señor –respondieron los jueces- somos muy felices al escuchar el deseo de nuestra princesa, pero la ley ordena que este hombre muera.

— Entonces, ¿existen delitos que no se pueden perdonar? –preguntó la princesa con un hilo de voz.

El consejero del príncipe hizo notar que, según una antigua costumbre de la ciudad de Benevento, cualquier condenado podía ser rescatado solamente mediante la suma de mil ducados de oro.

—¿Pero dónde quiere que encuentre, este condenado, una suma semejante?

El príncipe abrió la bolsa y salieron ochocientos ducados. La princesa, con manos temblorosas, rebuscó en su portamonedas, pero no encontró más que cincuenta ducados.

— Señores –dijo entonces- ¿no podrían bastar ochocientos cincuenta ducados?

— La ley pide mil –respondieron fríamente los magistrados.

Entonces la princesa bajó de la carroza e hizo una colecta entre los pajes y caballeros del séquito. Todos pusieron, con gusto, en sus manos gentiles, aquello que tenían. Hicieron la cuenta final: novecientos noventa y nueve ducados.

— ¿Nadie tiene un ducado más?

— Nadie…

— Por lo tanto, ¿por un ducado será ahorcado este hombre? –exclamó indignada la Princesa.

— No es culpa nuestra –dijeron los magistrados impasibles en sus capas negras-, la ley nadie la puede cambiar.

E hicieron una señal al verdugo para cumplir con su deber.

— ¡Un momento! –gritó la Princesa-, busquen en los bolsillos de aquel infeliz, quizás encuentren algo…

El verdugo obedeció; y de uno de los bolsillos del condenado sacó un ducado de oro: era exactamente lo que faltaba para completar los mil ducados.

Precisamente por aquel contributo al precio del rescate el malhechor se salvó. Antes bien, la princesa lo invitó al castillo; y así, en vez de terminar la jornada enterrado en la fosa, fuera de los muros de la ciudad, pudo sentarse al banquete de bodas en el palacio real.

 
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